sábado, 1 de julio de 2006

El Alma de Tocopilla

En los "Cuentos del tio Pepe", antigua sección del diario "La Prensa de Tocopilla", (con fecha no determinada) apareció este pequeño escrito que nos define a una de las personas más notables de esta ciudad...
A mi compadre Vitelio no le agradan los lugares comunes. Por esto me encareció que cuando escribiera en recuerdo de Armando Muñoz Rojas no dijera que pertenecía al inventario de Tocopilla. Tal vez no hubiera empleado esa muletilla que como frase de clisé salva de muchos apuros cuando se escribe contra el tiempo.
Armando Muñoz Rojas conformaba un trio de mosqueteros con Daniel Cavieres Barahona, quien se le adelantó un poco para dejar este mundo, y con el hombre de la eterna juventud que es Manuel Peña. Los tres pertenecían a la plana mayor de "La Prensa de Tocopilla", siendo, aunque parezca un contraste, los tres únicos integrantes del diario. Manuel Peña, jefe administrativo; Daniel Cavieres, periodista y Armando Muñoz Rojas, reportero gráfico.
Armando hace algunos años, cuando frecuentaba Antofagasta, visitaba a mi compadre Vitelio. No sé que de fraternal los unía. Pero mi compadre siempre lo citaba como ejemplo de lo que se puede hacer cuando se quiere. Lejos, muy lejos, Armando Muñoz sobrepasó lo obrado por todos los funcionarios encargados del progreso de Tocopilla. Y lo más importante es que nunca desmayó en su quehacer tocopillano, siendo natural de Antofagasta.
Fué Armando pulso, nervio y corazón de Tocopilla. Muy pocas actividades de su progreso no lo tuvieron entre sus afanes. Lo que mi compadre dice no comprender es cómo se daba tiempo para ser aviador e instructor de vuelo; hombre rana y arqueólogo; yatista; gran tirador de fusil; hermano de la Costa; reportero gráfico; fotógrafo profesional y otras yerbas, disfrutando con sus amigos en el dominó sin perder de vista la buena crianza de sus nueve hijos.
Fue uno de los tantos tocopillanos que pala y picota en mano, dedicaba los domingos y fiestas de guardara la apertura del aún inconcluso camino costero de Tocopilla a Iquique.
Cuando se acabó el tiempo de oro de Tocopilla como puerto de embarque del salitre a puro ñeque y el potente brazo mecanizado redujo las faenas de 12 dias a uno, Armando no perdió la fé en su puerto de adopción. Se quedó allí mientras otros emigraban con y sin razones.
Mi compadre diz que la dinámica cerebral de Armando Muñoz debieran tenerla muchos otros chilenos pusilánimes, sin fe en el porvenir, que se arredran frente al destino incierto y prefieren la seguridad del escritorio antes que la búsqueda de nuevos horizontes. En esto es exacto mi compadre. Fue lo que siempre le sobró a Armando.
Nosotros lo conocimos hacia 1940 cuando se hizo anunciar en la cámara del capitán con una fotografía del buque "Ucayali", apenas una hora después de fondeado en la rada de Tocopilla. El capitán le pagó 10 dólares y le regaló cigarrillos y whisky.
Cierto, diz mi compadre. Nunca fue un simple ganapán.
Hasta pronto.

El tio Jose Salinas.

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