lunes, 23 de octubre de 2006

Sepamos más de lo nuestro

Entretenida narración que extrajimos del Tococuentos número 5, escrita por Pedro Tapia Zuleta.
El egoísmo de los grandes empresarios privados, o la falta de visión futurista de las autoridades, muchas veces hacen fracasar o mantienen en suspenso el inicio de obras de bien común, aún cuando suele oírse decir, que la generosidad, altruismo y entrega de los poderosos, va más allá de lo razonable, en beneficio de obras sociales y de otra índole a favor de quienes la necesitan.
Este preámbulo, lo hago para referirme a un hecho histórico ocurrido en Tocopilla, allá por el año 1900, el cual es ignorado por la mayoría de la población actual.
Muchas veces nos quejamos por la falta de empuje, de la falta de audacia, de lo poco emprendedores que hemos sido y por ello estamos sumidos en lo que es hoy Tocopilla. Estas son afirmaciones erróneas, cuyo mentís lo corrobora la actitud decidida de quienes porfiadamente insistieron ante las autoridades municipales y dirigencia de la Compañia Anglo Chilean de la época.
Don Pablo Echiburu, distinguido hombre público de la localidad, en mayo de 1900, solicitó al municipio, autorización para instalar en Tocopilla una empresa de "Ferrocarril Urbano" o a "Sangre", como le llamaban en otras ciudades del pais, por el hecho que los carros se deslizaban por rieles a tracción animal.
No cabe duda que el proyecto era de gran interés, ya que hubiera significado una efectiva solución al problema de transporte público.
Echiburu fracasó en la ejecución de su proyecto, por las condiciones leoninas que le imponía la comisión de Hacienda de la Corporación Municipal, la que con poca visión futurista, redujo al máximo las posibilidades económicas del interesado, aún cuando la iniciativa había sido reconocida como "beneficiosa para la ciudad".
Pero en todas partes surgen hombres que no se dejan amilanar por la adversidad y, con su tenacidad a toda prueba, logran vencer la inercia pueblerina, las tramitaciones o intereses creados y terminan imponiendo sus ideas, cambiando de paso las consabidas costumbres negativas.
Tres años después, aparece el empresario don Vicente Guzmán, el mismo que el 25 de julio de 1901, había dado un paso de suma trascendencia en la evolución progresiva de Tocopilla, al inaugurar el famoso "Balneario Miraflores", construido en la Península de Algodones.
Él, también estaba interesado en dotar a nuestra ciudad de un "Ferrocarril Urbano", cuyas lineas se iban a extender desde el mismo Castillo hasta el Cementerio, en su deseo de establecer una linea de ferrocarril a "Sangre" (carros tirados por caballos) y el 2 de julio de 1903 solicitó a la honorable Corporación Municipal, la autorización correspondiente para extender la vía, en las calles de la población, con el siguiente recorrido: La estación de partida sería su propiedad, situada al sur de la población llamada Castillo Guzmán. Entraría al pueblo por la calle Prat hasta llegar a Sargento Aldea, por la cual entraría a 21 de mayo, la que recorrería en toda su extensión hasta el Cementerio.
Desde este punto, regresarían los vehículos por la misma línea hasta la calle Baquedano, donde se establecería un desvío. Por éste arrancaría una nueva línea hacia el mar, hasta calle Prat, tomando por ella hasta empalmar con la linea primitiva en el crucero de la calle Prat con Sargento Aldea. El pasaje costaría 10 centavos, por todo el recorrido.
El informe de la comisión fue positivo, recomendando al municipio acceder a lo solicitado; pese a ello, no fueron pocos los inconvenientes que hubo que superar, especialmente lo referente a las decisiones del gerente de la Compañía Anglo Chilean. Después de cumplir con todas las exigencias, el "Ferrocarril Urbano" fue entregado al servicio público el 16 de abril de 1904.
La inauguración del "Ferrocarril Urbano" constituyó un motivo de orgullo para la ciudad. Este sistema de transporte colectivo funcionaba en Santiago, Valparaíso, Antofagasta y otros centros importantes del país. Junto a la novedad, resultaba atractivo trepar a los carros y recorrer todo el trayecto por aquella módica suma.
Sin duda, este adelanto urbano fue positivamente valorado por las autoridades y la comunidad.

Zona de Balnearios, baños y quintas

Un lugar que los tocopillanos siguieron añorando después de la construcción de la Planta Eléctrica de la Chile Exploration Company en 1915, fué la zona de balnearios, baños y quintas, que pasó a poder de la empresa.
Ese era un lugar de moda y esparcimiento para fiestas y paseos. En esta zona, ubicada en le Península de Algodonales, existían variados atractivos, entre los cuales el de mayor prestigio y nombradía era el famoso "Castillo Guzmán", en los Baños Miramar.
Inaugurado el 25 de julio de 1901, este lugar de recreación y esparcimiento concentraba al numeroso público que se trasladaba a dicho lugar a disfrutar de picnic, paseos a la playa o como espectadores o apostadores en las carreras a la chilena, que a menudo se desarrollaban en la cancha del sector sur de la ciudad.
Otro lugar al aire libre, de masiva concurrencia, era la "Piedra del Casamiento", ubicada entre la Piedra del Camello y lo que es hoy Caleta Boy.
Allí se llevaban a efecto competencias de juegos populares y deportivas, de preferencia fútbol (1906-1918). El estadio Municipal fue inaugurado en 1931. También se jugaba fútbol en la cancha de La Colonia y Villa Covadonga.
Era tradicional que la fiesta final del carnaval se llevara a efecto en la planicie de la "Piedra del Casamiento", lugar donde las familias y público en general, llegaban movilizados en carretas y coches engalanados, o caminando, provistos de empanadas, chicha, vino, frutas, refrescos y golosinas diversas, que constituían la merienda, mientras duraba la festividad.
Lo importante era no perderse el espectáculo de la quema del Rey Momo, personificado en un gran muñeco de trapo relleno con aserrín y petardos, los que al explotar, producían una alegría colectiva en la concurrencia que se celebraba con vítores, urras y aplausos.
Finalizadas las fiestas del carnaval, todo volvía a la normalidad y los disfraces de payaso, arlequines, pierrots, brujas, damas antiguas, mascaritas, antifaces y otros atuendos femeninos, pasaban a ocupar un lugar en el baúl, a la espera de nuevas fiestas, el año próximo.
Las fiestas de Carnaval, eran una costumbre tradicional muy arraigada en nuestro pueblo, principalmente por el juego a la "Chaya", que convocaba alegremente a la mayoría de jóvenes y adultos, en calles y plazas, seguida de bailes sociales y populares.
Estas eran algunas de las actividades recreativas y lugares de esparcimiento de los tocopillanos de aquella recordada época, en la que las estudiantinas, murgas y comparsas hacían que la gente expresara jubilosa su alegría.
Con menos elementos materiales, pero con mucha creatividad, se lograban resultados sorprendentes, superando cualquier dificultar que pudiera opacar los sanos propósitos de disfrutar "a concho" y ser felices, compartiendo la alegría con la comunidad, que mayoritariamente concurría a las fiestas de antaño, en las cuales la "Piedra del Casamiento" fue un lugar preferente.
(Fuente de información: La Historia de Tocopilla de Juan Collao Cerda)

domingo, 22 de octubre de 2006

El Chupacabras en Tocopilla (V)

Chupacabaras dejó secas a 19 gallinitas ponedoras de Tocopilla.
Así lo decía el diario "La Cuarta" en su edición del dia 19 de Mayo de este año 2006.
Más triste que un bolero se quedó ayer el agricultor de Tocopilla, Mario Covarrubias Cortés (72), luego de descubrir que el temido Chupacabras se sirviera de un paraguazo a todas su gallinitas, en su rancha del sector de las 3 Marías... Leer Más...

Volantines tocopillanos Algo para recordar

Narración extraída de la Revista Oficial del Centro hogar tocopillano en Santiago, con fecha Septiembre de 1999.
La espuma desprendida de las olas azotadas por el viento en las rocas, nos daba de lleno en el rostro refrescando nuestra caminata. Orillando la playa nos dirigíamos a Mamilla, esa sabrosa vertiente hija del río Loa y cuyas aguas de sabor salobre calman la sed de pescadores y aventureros como nosotros. Más de un rancho abandonado y seguramente albergue ocasional de algún necesitado, nos recibían como manifestando alegría por nuestra visita.El puerto sólo se identificaba por las altas chimeneas de la Central Eléctrica no permitiendo la Cordillera de la Costa la visión de la ciudad. Al norte, el Cabo Paquica. Y más al norte, la desembocadura del Loa.

Las cañas que íbamos a buscar, objeto de nuestro viaje, yacían la mayoria descansando o agonizando sobre el tejado de la ranchería levantada por no sé quienes. Necesitábamos las más secas por ser más livianas para el transporte a pleno hombro, para la confección de volantines.

No era atendible el negocio en ir a buscar cañas a Mamilla, pero si la aventura. En el camino más de una vez nos encontramos con el Roto de la Mula, soberbio nadador mariscador. Más de un tocopillano le debe la vida a ese personaje. Años después, un calambre lo traicionó pereciendo ahogado.

Pescadores furtivos divisábamos desde lo alto del cerro de la vertiente Mamilla haciendo mal uso de la dinamita.

Duro el regreso. Además del pesado fardo de cañas sobre el espinazo, también cargábamos a dos jinetes del Apocalípsis: Hambre y sed.

En Caleta Vieja nos esperaba el Flaco Choche que nos proporcionaba el comestible y bebestible para continuar hasta la ciudad. Ahora, con la materia prima en nuestro poder, a comprar colapi, papel de seda y a fabricar volantines para todos los gustos. Tricolores, Pechuga, cara y sello, unicolor, chilenos, en fin, con 12 años de edad ya olíamos el Libre mercado (increible ¿no?).

La Manchuria, nuestro barrio, no tenía alumbrado público ni menos hogareño. La luna, conocedora de la pobreza que nos rodeaba encendía todos sus motores alegrando nuestra desprejuiciada infancia con su plateada luminosidad. Saltábamos, cantábamos, tocábamos guitarra con las chiquillas hasta que las mamás salían a las puertas de sus casas gritando: ¡Ya chiquillas y chiquillos es muy tarde, a acostarse que puede salir la viuda!.

La plena producción volantinera satisface las inquietudes de toda la chiquillería.

¿Cómo quieres el volantín? ¿Chupete o con cola? ¿hilo del ocho o del cero? ¿hilo curado o sano?.

Ahora al cerro a encumbrar aprovechando el excelente viento en los cerros tocopillanos. No debemos encumbrar más allá de las 8 de la noche porque la camanchaca nos moja los aparatos, se ponen pesados y se destruyen. Además, tenemos que ir a las Veladas Artísticas que realiza el Choña Rivera en el local de los Terrenos fiscales, al ladito de la casa del Ganga Bugueño en la calle Guillermo Matta.

Todos éramos artistas. Esa gran cualidad del Choña para convertir a cualquiera de nosotros en actores y… cantantes. Claro que había cantantes que todos los jueves (ese era el dia de las veladas), con la misma canción. Y además los Orrego (el Hugo y el Choche), como habían visto los ensayos de las obras a presentar iban anunciando lo que sucedería en la trama. Nosotros, permanecíamos en silencio y nuestra venganza era agarrar a peñascazos sus casas a la salida de la función.

Estábamos en plena Segunda Guerra Mundial y Tocopilla por ser un puerto altamente estratégico según los yankis, junto con instalar tremendos cañones costeros para defensa de un posible ataque (?), a las ampolletas del alumbrado público se les colocó una pantalla de cartón para así dificultar el blanco que era nuestro puerto. Esta semi penumbra originada por las pantallas susodichas conspiraba con nuestras maldades.

Todo era encanto en nuestro puerto. La única rivalidad existente era quién nadaba mejor o buen futbolista, condiciones que apreciaban mucho las chiquillas haciendose acreedoras ellas a un bombón o una raspadilla por parte del favorecido. Invitación al teatro no corría porque como eramos cabros chicos la mayoria, las chiquillas mayores no nos inflaban. Además estaba latente el temor que apareciera la Viuda.

Ya un poco mayorcito en una salida nocturna del Teatro Nacional, de gratísimos recuerdos, frente a la Casa Yñesta, habia una pizarra con una noticia “Hoy 3 de Septiembre de 1939 empezó la Guerra Mundial. Francia e Inglaterra le han declarado la guerra a Alemania e Italia”. Japón, ni chus ni mus, aún.

Don Oscar Magnan, mi recordado profesor, nos explicó que significaba todo eso. La tragedia jóvenes. El hambre. Los abusos. Los muertos.

Lo que temíamos nosotros era que no fuera a llegar un cañonazo al cerro donde encumbrábamos volantines.

Estudian cobrar peaje a camiones con sustancias peligrosas

Otro estudio que no dio sus frutos, Se dijo en su dia que cobrarían Peaje a los camiones que transitan con sustancias peligrosas por las calles de Tocopilla, en este caso por la Avenida Arturo Prat. Lo decía "La Prensa de Tocopilla" un dia jueves 4 de enero del año 2001 y hasta el momento estos vehículos pesados con carga peligrosa, siguen pasando libremente por Tocopilla, Ojalá nunca ocurra un accidente que se tenga que lamentar.
La encargada del Comité Comunal de Emergencia, Myriam Carvajal, declaró que se espera pasar la cuenta a las empresas transportistas que recorren la localidad con sustancias peligrosas, ya que el municipio no está en condiciones de asumir los gastos en forma individual en caso de un accidente con derrame. Leer Más...

sábado, 14 de octubre de 2006

Tacos Causan malestar y resignación

Por el año 2001 salía esta noticia en el diario "La Prensa de Tocopilla" con fecha sabado 10 de febrero de ese año, en donde se dejaba ver la molestia por parte de los conductores de vehículos de Tocopilla, que fueron en el fondo los más perjudicados, quedando sus vehículos con daños en sus sistemas de suspensión y neumáticos (por cerca de DOS años circulando en pésimas condiciones). Congestión Vehicular se forma en sector de puente SQM.
Molestia, pero también cierta resignación, manifestaron los conductores que a diario se ven enfrentados a un enorme taco por las obras que se realizan cerca del puente de la empresa SQM, único acceso entre los sectores norte y sur de Tocopilla.
Los trabajos se enmarcan en el proyecto de ampliación de la Ruta 1 a través de la avenida Arturo Prat, y ejecutadas por la empresa Con Pax, teniendo una inversión superior a los mil 500 millones de pesos.
Sin embargo, las labores que se realizan en el sector del puente están a cargo del subcontratista Juan Carlos Caroca, cuyos trabajadores tienen que lidiar con los constantes reclamos de algunos choferes.
Según señaló uno de los empleados, quien prefirió no identificarse, es casi ya una rutina tener que soportar los insultos de algunos conductores que pasan por el lugar.
"Nos faltan el respeto tupido y parejo, descargando toda su impaciencia con nosotros, cuando sólo efectuamos una labor que a la larga será en bien de la comunidad".
Agregó que las mayores dificultades acontecen en la noche, cuando los choferes no respetan la señalización para detenerse y se encuentran en lo angosto de la vía con otro vehículo que viene en sentido contrario.
"Los más irresponsables son algunos colectiveros, quienes no tienen mucha paciencia para esperar su turno".
Indicó que comprenden que esta época es la peor para efectuar este tipo de trabajos, por el constante flujo de buses y camiones que transitan por el camino costero.
CHOFERES
Algunos de los conductores que deben soportar largos minutos de espera para avanzar, manifestaron su malestar porque estas obras se realicen precisamente en verano.
Eduardo Campos expresó su rechazo y culpó a la autoridad ante lo que consideró una mala planificación del tiempo de desarrollo de esta obra.
"Comprendemos que debemos armarnos de paciencia, pero encuentro que hay mejores épocas para llevar a cabo estos trabajos, no cuando todos están de vacaciones y la gente se moviliza a la playa diariamente".
Una opinión distinta formuló Constanza Beretta, quien dijo que lo primero que se debe pensar es en el beneficio que esta obra significará para la ciudad.
"El progreso trae ciertas incomodidades en un principio, pero después nos entregará una vía por donde podremos circular con mayor seguridad y rapidez".

Capturaron Tiburón de casi Cuatro metros

Sorprendente noticia que salía en el diario "La Prensa de Tocopilla" el dia viernes 9 de febrero del año 2001.
En sorpresa se convirtió el trabajo que un grupo de trabajadores tocopillanos de alma de mar realizaba frente a las costas del puerto, cuando capturaron un tiburón de casi cuatro metros que quedó atrapado en el espinel.
De acuerdo a los datos entregados por uno de los pescadores, Arturo Pérez. se encontraban a varias millas de la costa cuando sintieron que en la lineaa de captura había caído un tiburón de grandes dimensiones, "pero nunca pensamos que sería tan grande", explicó.
El peso del animal era tanto, que no pudieron sacarlo durante la noche, "así que tuvimos que esperar hasta el otro día, porque el tiburón estaba muerto y llegó a 300 metros de profundidad, por lo que tuvimos que trabajar varias horas para subirlo al bote".
De esa manera, junto a Carlos Pérez, lograron subir el tiburón y retornar a Tocopilla, no sin antes avisar de la captura, por lo que el muelle local se llenó de curiosos que llegaron a observar el verdadero trofeo de guerra.
LLEGADA
Por lo que al llegar la embarcación "Perico", algunos turistas y varios tocopillanos estuvieron presentes en el desembarque, quedando sorprendidos por las dimensiones del tiburón, de casi cuatro metros y 200 kilos.
Según los pescadores que estuvieron en el lugar, es poco común que tiburones de ese tamaño se encuentren cerca de Tocopilla.

martes, 10 de octubre de 2006

Toco-Tocopilla

Reportaje aparecido en el suplemento "Revista del Domingo" del diario "El Mercurio" con fecha 9 de diciembre de 1990.
El Ferrocarril Tocopilla-Toco ya no llega a Toco... La estación murió con el salitre, pero el tren sigue vivo cargando cien años. Ahora une Tocopilla y Pedro de Valdivia por los rieles y durmientes del árido desierto de la Región de Antofagasta. En estas páginas, nos entrega su historia.
Texto y fotografías: Ana Victoria Durruty.
Acabo de cumplir cien años. Nací un 15 de noviembre de 1890 en Tocopilla... Aunque viejo, aún soy útil: el año pasado transporté un millón 290 mil toneladas, casi un millón más en 1899... Algunas penas han dejado profundas huellas en mi fisonomía, pero soy feliz, tan feliz como puede sentirse mi duro corazón de acero. Y tengo muchas anécdotas que contar, simplemente porque formo parte de la historia del salitre.
Mi parto no fue fácil. Una ley especial, aprobada por el Congreso en enero de 1888, otorgó la concesión de terrenos necesaria para iniciar mi construcción... Pero desde mucho antes, mi padre intelectual, el ingeniero inglés Eduardo Squire, luchó por mi gestación. Tras el término de la guerra del Pacífico, en 1883, el Gobierno chileno le reconoció la propiedad de 42 estacas mineras en el sector Toco y, en lo que se denominó "Transacción Squire", se autorizó adicionalmente la construcción de un tren desde el puerto de Tocopilla hasta esas dependencias salitreras (ver mapa). Así, me bautizaron Ferrocarril Tocopilla-Toco (FFTT).
Ahora cada vez que me alejo del mar, avanzando por los cerros de la cordillera de la Costa, entre bouganvilleas de tonos originales, recuerdo esos primeros dias... Entonces el puerto apenas albergaba unas cinco mil almas. Hoy el orgullo inunda mis sentimientos metálicos cuando lo veo convertido en una ciudad, gracias, en cierto modo, a mi propio esfuerzo.
Aquellos eran tiempos difíciles, casi a puro ñeque y pólvora construyeron un sendero serpenteante y abrupto. Muchos dieron su vida antes de culminar el tramo que une Tocopilla y la Estación Tigre: 39,22 kilómetros, siempre en subida. Eran ingleses, coolies (esclavos chinos de Cantón) y chilenos traídos desde el Norte Chico. Aún los recuerdo agradecido. Ellos fueron armando terraplenes, instalando durmientes y rieles por donde luego pasarían las máquinas importadas desde Inglaterra.
Luis Aguilera, quien conduce la locomotora General Electric número 606, es coterráneo de algunos de ellos. Ovallino, el maquinista ha realizado unos cuatro mil 200 viajes de ida y vuelta. Tras siete años, conoce de memoria las estaciones.
¡Tuuuuuuu! ¡Tuuuuuuu! Me gusta atravesar las calles y casas del colorido Tocopilla, donde sus niños aprenden primero que nada a decir "tren". Así le sucedió a Luis Aguirre, el ayudante de máquina en la 606.
Durante los primeros años, después de mi solemne (algunos afirman que hasta vino el presidente Balmaceda), yo temblaba entero al trepar por pendientes de hasta cuatro por ciento. Subía -¡y aún subo!- cuatro metros cada cien. La presión y el vapor me agitaban nervioso... No duró demasiado. Allá por el año 1927 me pusieron electricidad...
Pero todavía conservo la capacidad de asombro. En este tramo soy uno de los trenes montañosos más empinados del mundo, si no el que más y, como bien recuerda Heriberto Ramírez, jefe de Operaciones de tráfico Tocopilla-Tigre, todos los ferrocarriles restantes tienen una tolerancia de "apenas" el tres por ciento.
Por los años de la década del veinte me construyeron un nuevo ramal, de la Estación Tigre a la oficina María Elena, que en esa época se llamaba Coya Norte. Así, entre Tigre y María Elena florecieron estaciones para aprovisionarme de agua, mientras cruzaba -sudoroso y humeante- la enorme pampa. La gente comenzó a juntarse en torno a mis abrevaderos y nacieron Colupito, Cerrillos y Tupiza.
Poco duraron... Desde 1955, me autoalimento, obtengo mi propia potencia eléctrica del petróleo... Adiós Colupito, adios Cerrillos, adiós Tupiza, Gracias... Allí solo quedan historias, incluso de amor, como la de Guillermo Contreras, el palanquero. Su padre trabaja conmigo desde hace tres décadas y su abuelo materno hizo lo mismo hasta que nos dejó en Arica. Su madre, Teresa, conquistó a su "taita" en Colupito.
Después de María Elena me agregaron nuevos ramales: La Estación Vergara y el empalme con la via longitudinal norte-sur en Mirage (ésta debe su nombre a la traducción francesa de un fenómeno frecuente en la zona: los espejismos). Más tarde, en 1929, quedé conectado a la oficina Pedro de Valdivia. A veces viajo hacia la costa con el maquinista Samuel González, quien conduce la locomotora 21 que arrastra 408 toneladas (ocho carros de salitre y doce contenedores de petróleo para ser recargados). Samuel nació en Calama, pero entró al colegio en la oficina Rica Ventura y continuó luego en Prosperidad.
Hoy entre Tigre y Toco no queda nada. Y en las estaciones intermedias, uno que otro árbol seco, montones de piedras y zapatos viejos chamuscados por el sol. Hasta los ladrones se han aprovechado de mi soledad, robándome parte de mi columna metálica, mis rieles eternos ya opacados por la sal y el calor. Por eso quienes me cuidan han tenido que levantar parte del tendido.
El salitre sintético marcó la fecha de mayor dolor, hasta que en 1957 realicé mis últimos viajes de Tigre a Toco... Así es la vida en estas latitudes, por eso mi historia es como la historia del salitre.
Hoy, pese a la seguridad que ofrezco, los "gringos" y otros extranjeros que me visitan se siguen poniendo nerviosos cuando bajan la montaña en mis locomotoras de 1927, de setenta toneladas y 750 caballos de fuerza.
Son buenos tiempos, no lo puedo negar. Incluso están remodelando algunos carros para festejar mi centenario... Soy un viejo útil.