domingo, 18 de junio de 2006

Un Hijo de Confucio

Extracto de la revista oficial del Centro Hogar tocopillano en Santiago, Septiembre de 1999, Escrito por Guido Muñoz Santis de su libro Después de Caleta Duendes.
Anochecia cuando los niños de la patota nos despedimos y uno a uno fue metiendose en sus casas. Me senté en la puerta de la mia, aprovechando que mi mamá sostenía una amena conversación con la vecina Griselda. Me acurruqué junto a mi madre que tenia un chal sobre sus rodillas.
-Hace harto frio- dijo la vecina y mi mamá asintió, agregando que el mes de julio siempre es tan helado.
-¡ay vecina! Exclamó doña Griselda- ¡Acuérdese que hace ocho años, en este mismo mes, se produjo el aluvión en Tocopilla pues...!
Y continuaron conversando sobre la avalancha de agua y barro que en 1940 bajaron de los cerros y arrasaron una población obrera completa llamada "Manchuria". Creo que yo debo haber tenido como un año de edad.
Me imaginé ese aluvión y las casas destrozadas. Miré por sobre los techos del pasaje Esmeralda y vi titilar las luces de los postes. El viento levantaba tierrales y movía las calaminas de los patios cercanos. Se oían los ladridos de los perros y, a ratos, el grito inconfundible del chinito Enrique, vendedor de cordero.
-¿Pata, guata, chunchule y "colelo" (cordero) gritaba mientras conducia un carretón cargado de cortes de cabeza, hígado, corazón, chunchules, prietas, patas, bofe para los gatos y algunas tripas que me regalaba para que las inflara como "capucha" para jugar futbol. Sobre el carretón, tirado por un burro, colgaba un farol o "Chonchon" que le servia para alumbrar la estrecha callejuela y para despachar las menudencias.
Siempre me agradó hablar con él, mientras mi mamá le compraba. Era gentil y humilde, y sonreía si alguien lo trataba mal. Una vez le pregunté por que aguanta que le hablaran a garabatos. Me miró fijamente y dijo con una clama tremenda -Yo no aguanta pero es más sabio callar ante gente violenta. Lo más necesario a esa sabidulía es tener espilitu humilde- después sonrió, sosteniendo una colilla de cigarrillo entre sus dedos índice y pulgar.
Pasó el tiempo, como seis años, y siempre lo vi vendiendo en la calle, invierno o verano eran lo mismo para el esforzado chinito. Cuando el calor era insoportable él vendia paletas...
-Palé, palé... paletita heladita!
-Trabaja mucho casero- le dije mientras él vendia a los niños del vecindario. -Yo trabajal como chino- contestó lanzando una simpática carcajada.
Un dia se detuvo a cambiarle una herradura al burro. El pobre animal apenas podia caminar. Me acerqué para saludarlo en los momentos en que se afanaba sosteniendo la pata del burro.
-Hola caselito- dijo, yo cambiar zapato al burito porque otra herradula estar vieja.
-Qué bueno casero- le respondí y me apresuré a preguntarle de donde había llegado a Tocopilla. Sentía curiosidad por saber algo de ese amable chino.
-Yo venil de Perú, donde llegué hace más de veinte años a buscal a un hermano que trajelon de China como cincuenta años. Después yo sale de Perú porque trabajo muy mal pagado y venir a Iquique. Allá trabajar con paisano en carnicelia. En Tocopilla ya estar cuatro años.
-¿De qué parte de China es usted?
-Yo ser de campo cercano a Kuang-Shansan, territorio de Cantón.
-¿Enrique es su nombre verdadero?
-No, mi nombre es Li-Ke, que tiene significado como Peral frondoso. Allá en Cantón la gente ponel nomble de la naturaleza a hijos. Aquí cuando yo llegal, los empleados que registlaron nombles de los inmiglantes chinos, me pusieron Enlique. Yo les dije Li-ke, pero ellos no entendel y ponel mi nomble como sonaba al oído.
-Li-ke, ¿Porque trajeron a su hermano al Perú?
-Lo tlajelon a tlabajal en islas Chinchas. Me contaron que trael celca de ochenta mil chinos coolies del campo a tlabajal como esclavos en guanelas. Viajaban en cubielta de balcos desde Macao y otros pueltos. A veces molian en la travesía y elan lanzados al mal.
Más de veinticinco años duló tláfico de paisanos coolies. Yo tliste al saber que mi helmano desapaleció junto a otlos chinos que eran explotados por capitalistas ingleses en el Perú. Después muchos venil a Chile y tlael familia y amigos para trabajar en Iquique, Tocopilla, Antofagasta y salitreras. Empresas preferir trabajador chino, pero muchos hombres se oponer. Yo también vivir momentos críticos.
Li-Ke fue acertado al referirse a las vicisitudes que debió enfrentar cada vez que menguó el trabajo o los negocios decaían.
-Cuando todo estal bien es fácil ser tlanquilo y sabio pensador; tambien hay que ser tlanquilo y sabio cuando la cosa andan mal. Yo siempre esperar una opoltunidad mejol.
Me impresionaba su sapiencia. Cierta vez le pregunté si el negocio era bueno y porqué trabajaba en la calle.
Negocio no malo, pero hay que saber trabajar. Hay hombres que tener verguenza y no quieren vender carne y tripas en la calle. Yo puedo, alguien tiene que hacerlo ¿Veldá?. Yo pongo mucha atención y humildad. Da buen resultado. Cuando junte mucha plata pondré una carniceria propia.
-Tiene familia Li-Ke?
-Si, tener hermanos en Cantón -respondió- Siempre mucho recuerdo. Alguna vez volveré a verlos. Aqui tengo muchos amigos. Son sinceros; gente buena.
Continuó voceando la mercaderia después de clavar la herradura en la pezuña del burro.
-Guata, Pata, Chunchule y colelo! ... ¡Venga caselita que yo vendel balato!.
Un gañan de aspecto belicoso remedó la voz y las palabras de Li-Ke que pregonaba en su mediano lenguaje español. Este no se inmutó y continuó gritando sin darle importancia al agresivo individuo que seguia sus pasos. Hice lo mismo. Seguí de cerca al sujeto porque advertí malas intenciones en él. El entrometido volvió a imitarlo, pero al notar la indiferencia de Li-Ke sacó a relucir un filoso cuchillo. Con el arma en ristre se lanzó sobre el sorprendido comerciante que alcanzó a esquivarlo. El hombre comenzó a girar alrededor de Li-Ke que lo miraba fijamente, atento a los movimientos que su atacante hacia con el cuchillo,. Esperé la ocasión propicia para lanzarme sobre el agresor. Lo hice, seguido de los muchachos del barrio que se habían agrupado expectantes. Así logramos reducirlo. El gañan huyó después de recibir una golpiza. Se fué vociferando y lanzando improperios a mi incondicional amigo chino.
-Yo no entendel por qué atacal a mí- me dijo con su acostumbrada tranquilidad. Creo que rabia es debilidad que él tiene. Asi nunca será gran hombre. Yo pude defenderme sólo con mis manos, pero no me gusta violencia.
Un tiempo después Li-Ke desapareció. Ya no se escuchó su pregonar en las calles y pasajes de los vecindarios donde la gente acostumbraba verlo pasar.
Cierto dia, caminando por calle 21 de mayo, lo vi instalado en un local de carniceria y abarrotes. Entré al negocio y lo saludé feliz, como si hubiera hallado a un familiar; un hermano o un ser muy querido.
-¡Hola Li-Ke! ¿Cómo está? y conversamos largo rato. Me contó que el negocio era suyo. Que trabajaría un par de años más porque deseaba volver a China.
-Yo querer mucho Tocopilla, Chile, pero extrañar mi país, a mis hermanos y mi gente.
-Ya no habrá más amigo Li-Ke en la calle, ni carretón, ni burrito. Tienes un negocio muy surtido -le dije afectuosamente.
-No, ahora trabajar otro paisano joven. Yo regalar carretón y burro. Es cantonés que llegó con otros paisanos que trabajan como carniceros, cocineros, peluqueros, vendedores ambulantes, como yo que vendió por pasaje Esmeralda pasando por Pinto, Colón, Washitón, Fleile, Rodligue, Cinfuego, O'Higgi, Carera, Santa Rosa y todo, hasta fi-nal.... ¡Guata, Pata, Chunchule, colelo! -y volví a escuchar su simpática carcajada.
Dos años más tarde se fue. El negocio se lo dejó a otro paisano chino que, como Li-Ke, noble hijo de Confusio, vino a Tocopilla libre del yugo que oprimió a sus hermanos de raza en otros tiempos de esclavitud. Fuí a despedirme y me lo agradeció con su infinita bondad y dignidad.
-Hay momento que imagino volviendo acompañado de hermano que vine a buscar -dijo emocionado- Aquel que a lo mejol soñó escapal de la esclavitud y solo lo logró en el más allá. Ahora volver a mi pueblo. Yo progresar aquí por mi mismo y querer conservar esa dicha junto a mis hermanos. Adiós amigo tocopillano
-Adiós amigo Li-Ke.
(Del libro "Después de Caleta Duendes")

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